Los cachorros de perros nacen ciegos y sordos, con sus ojos y oídos cerrados, hasta la tercera semana sus ojos y sus oídos no se abren. Y en este cuento un perrito es el protagonista; su título es el Perrito Ejecutivo.
Abro mi baúl de cuentos y en él encuentro la historia de un perrito peludo y gracioso con cara inteligente. Ah!, por cierto, os invito a imaginar este cuento mientras os lo voy narrando.
Este perrito vive en mi escalera y por las mañanas sale en dirección a la oficina. Es por eso que cuando lo veo digo que ya sale el perrito ejecutivo.
Él tiene la suerte de irse al trabajo con su dueña, allí le pasa de todo; le persigue un aparato llamado rumba y tiene mucho, mucho miedo y corre despavorido. También se encuentra un perro como él pues son de la misma camada y juegan un montón.
En casi todas las ocasiones acompaña a su dueña por sus viajes por el mundo, entonces lo meten en un transportín en la bodega del avión y eso no le gusta nada. Pero lo que sí le gusta es cuando conoce lugares distintos y perros diferentes.
El perrito ejecutivo admira algunas razas de perros. Le impresiona mucho los perros guías que siempre están atentos para ayudar, éstos van a la izquierda de las personas. También admira los perros de la nieve por la fortaleza al tener que arrastrar los trineos y salvar montañeros. Así como los perros de rescate, que también se llaman perros bomberos, que con su olfato y decisión sacan personas cuando hay terremotos. Pero en estos viajes el perrito ejecutivo también descubre cosas horribles en algunas partes de Asía, China y África, son lugares en los que se comen a los perros. “¡Se comen a los perros!”, eso retumba en su cabeza y cuando visita esos países no quiere salir del hotel.
Él siente que es un perro con suerte, querido y súper cuidado. Ser un perrito ejecutivo también es cansado aunque se aprende muchas cosas. El comienzo de un día por la mañana es diferente al resto, no hay prisas, no hay que salir corriendo para ir a la oficina. Él se pregunta qué es lo que pasa. Su dueña se arregla sin prisa, se pone una gorra de un color llamativo, y lo sube al coche; se da cuenta que no es la misma dirección pues llegan a un lugar precioso, donde sus patitas se hunden en la arena: están en la playa y están de vacaciones.
Allí es muy muy feliz, no hay prisas, si lo estás imaginando, el perrito está sentado en la orilla del mar. La verdad es que pasan unos días preciosos pero todo se acaba y han de volver a la oficina. Al fin y al cabo es un perrito ejecutivo que tiene el privilegio de estar siempre con su dueña.
Pilar Lorente
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