Me pasaron a la unidad después de haber estado un día incomunicada, pendiente del resultado de la prueba del PCR, ya era por la tarde cuando entré y no recuerdo nada, me ubicaron directamente en una habitación compartida; no sé si cené, ni sé como puse mis cosas en el armario asignado, todo pasó como una nebulosa.
Al día siguiente, más espabilada, en el comedor y como veterana que soy esperé de pie mirando a ver qué hueco quedaba libre; una mujer levantó la mano y me miraba, señaló el asiento libre que había en la mesa. Yo, obediente me acerqué y le di las gracias, se la veía bastante serena y correcta cosa que agradecí. Después de las presentaciones, llegó el desayuno, me acordé de inmediato del tipo de viandas que ponen ahí y maldije haber indicado que me pusieran dieta por el tema del colesterol, dieta hipolipemiante, palabra que me costó aprenderla y que un día antes de irme la pude decir sin equivocarme; lo que hace la memoria selectiva. En la dieta no entraba ni la mantequilla ni la mermelada, las veía pasar con apurado afán, ya que un buen bocata de untado con esas delicatesen te llenaba el estómago, maldita sea!
Sin poder evitarlo ya formaba parte del hervidero de gente que allí había: -Dame más pan! -A quién le sobra mantequilla? -Más leche! -No me has puesto el café!
Y así los 20 minutos que duraba el desayuno. Deglutiamos como pavos, fruto de las prisas de los auxiliares.
Poco a poco me fui dando cuenta de la variedad de pacientes, de trastornos, patologías que formaban parte de la unidad. Pensé: “qué coño hace esta persona aquí? y continuaba descubriendo personas que por el grado de diagnóstico me lo preguntaba cada dos por tres.
Me arrimé a personas que me hacían sentirme cómoda, no quería formar parte de ese hervidero, pero el tiempo no juega a tu favor, queriendo o no, los tentáculos me atrapaban y me recordaban que yo también formaba parte de este drama.
Los días iban pasando pesados y agobiantes, podría haber pintado o leído pero era imposible concentrarse con el hervidero metido en el tímpano. La única opción era huir a la habitación, cuando se podía entrar, y ponerme música con auriculares. Es curioso, ahora que estoy fuera no puedo dormir sino me pongo los pajaritos trinando, lo que son las cosas.
Había apuestas por designar que psiquiatra era el más incompetente y había algún@ que se llevaba la medalla de oro. Yo, a pesar de las opiniones, tuve mucha suerte pero comprendía que muchos estuvieran desesperados esperando una cita que no llegaba nunca.
No había posibilidad de salir fuera, el COVID se ha encargado de cambiar muchas normas allí dentro. Lo único que alegraba por algunos momentos era las llamadas telefónicas. Tuve mucha suerte, había gente que no tenía a nadie, a mi me llamaban cada día mis amigos y mis hermanos y era una bendición que la envidiaban muchos.
Una semana tras otra iban pasando los días como podía; por la mañana me levantaba con ganas de llevarlo bien pero en cuánto salía de la habitación el hervidero me atrapaban y las buenas intenciones se diluían como agua.
Realmente no sé si el cambio de medicación ha hecho el efecto químico deseado, reconozco que no es la base principal, es una pata más, lo que cuenta es la actitud y no sé sí he cambiado, estoy más tranquila, eso sí, han desaparecido los pensamientos y sueños destructivos, el miedo, la ansiedad se ha calmado y mis tics han remitido.
Han sido tres semanas, 21 días, lo mínimo que hay estipulado para quedarse ahí, malo si te quedas más tiempo. Las altas iban y venían, si se marchaban dos, entraban tres; era un chorro de gente que daba mucha pena, cuánta gente joven! Se me partía el alma, desde 21 años hasta la treintena, había un gran abanico. ¿Cómo se pretende que mi optimismo renazca de nuevo en mi? ¿Cómo se pretende estar más activa cuando lo que buscaba era huir a la habitación a esconderme? ¿Cómo saber que la confianza en mí ha vuelto a mis brazos?
Ya he salido del hervidero, pese a mis preguntas, ya estoy fuera y he dejado atrás buenas personas, tod@s, desesperad@s, traumatizad@s, agobiad@s, conformad@s, esperanzad@s y sobre todo personas humanas.
Sólo les deseo toda la suerte del mundo y todo el bien para cada uno de ellos.
Isa
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