El recoveco está umbrío, la luz del sol apenas le ilumina, está atardeciendo y espera ya las visitas prometidas.
Está lleno de historias, miles que contar, desde los tiempos inmemoriales el rincón podría hasta hablar.
Exsuda a través de los poros de sus paredes y murmuran llantos, risas y conversaciones, exsuda también lágrimas, orines, sudores…
Espera paciente las visitas, siempre fieles, siempre diferentes, pero dan igual cariño y respeto. Cómo todas las noches los que vienen se amontonan pero encuentran su lugar, hacen su cama con cartones y se ponen a hablar. La gente apenas los ve, el recoveco es casi mágico se diría que los ampara de las inclemencias que tiene la noche.
La mañana llega y el recoveco soleado los siente despertar, todos salen a luchar para que ese día cambie su historia, no dejan nada, ni siquiera sus preciados cartones, no se los vayan a robar.
El recoveco siente la esperanza que algunos traen consigo, se le impregna en los poros y eso le hace llorar, creo que de felicidad.
Lleva años haciendo su función de lugar escondido el rincón
y seguirá así albergando almas perdidas, despechadas, solitarias y también solidarias. Éstas personas contribuyen a la función que es salvaguardarlos en su rincón.
Isabel Tremosa
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